miércoles, 17 de febrero de 2010

"TANGO (y cash)"



Encima una farola hacía de contrapunto
para lo que la escena nos iba a regalar.
Cuatro pies bien hallados dialogando una danza,
un bandoneón de fondo actuando de telón.
Diferencias de edades evidentes habían
pero a pesar del tiempo,
bien maqueados de negro,
hacían de la noche un giro de acordeón
con la coreografía impía de una ilusión tardía
que robándole el paso se puso entre ellos dos.
A veces la farola mira y tartamudea
el choque de sus carnes urbanas,
adyacentes
que el destino licuó en esa vieja esquina
donde acaba la calle,
donde se entretenían rifando un apretón.
Cigarros de ornamento, pañuelito de seda,
melancolía ardiente, zapatos de charol
que rozándose estaban aquella madrugada
que se puso cardíaca
y sus mejores galas
para bien contonearse a golpe de trombón.
Jamás se vieron canas tan bien acariciadas.
Y nunca aquella esquina tan acaramelada
podrá olvidar el tempo de sus húmedos quiebros
ni las caderas perras de aquellos tortolitos
de Calle Buenos Aires
que entre compás y plática cantaban a Gardel.
Pasos bien coordinados, pupilas que quemaban
como una daga hiriente directa al corazón,
como una noche tímida que se traviste húmeda
eyaculando vida,
después de que un bolero se olvidara de vos.


Se apagó la farola al cabo de una hora.
Llegó la despedida,
contraria dirección.
El mayor le dio al tierno
sin milongas ni adverbios
un lametón sin beso y miró su reloj.
Dejó caer su mano, cual tango arrabalero,
en un bolsillo izquierdo del fino pantalón
pero en ella llevaba varios billetes sueltos.
Era el precio pactado por tan rota canción.
El joven sonrió a la par que su amigo
y marcharon, adultos, hacia su culebrón.


Hoy apenas bombilla luce aquella farola,
(hay bandoneón de fondo)
y de números rojos marchitó la pasión.






JAVIER BRAVO.
Barcelona, 12 de enero de 2009

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